domingo, 22 de enero de 2012

El “Gran Smog” de 1952. La niebla que mató a miles de londinenses.

Historia de la niebla asesina

Entre el 5 y el 9 de diciembre de 1952, una densa niebla cubrió la ciudad de Londres, en Inglaterra. Pero no se trataba de la tradicional neblina a la que se referían con romanticismo y orgullo Charles Dickens o Claude Monet, sino de una espesa capa de humo que cobró la vida inicialmente a más de 4.000 personas, y luego a un número indeterminado que se estima en no menos de 13 mil.


Las informaciones de esa época, describen lo que se vivió en esos días. No hubo alarma o pánico entre la población, pues la niebla es un fenómeno habitual en esa ciudad. Pero esta vez se trataba de algo diferente. Durante el día, la visibilidad en las calles se redujo a unos cuantos metros y por la noche era prácticamente nula. El transporte estaba desquiciado o suspendido. Los automóviles se encontraban abandonados en las calles y las ambulancias que trasladaban a las víctimas avanzaban penosamente por las avenidas. Las clases en la mayor parte de las escuelas fueron suspendidas. Los conciertos y espectáculos fueron cancelados. El humo invadía el interior de los edificios y era difícil transitar incluso por los pasillos de los hospitales. Las crónicas de la época y los testimonios recogidos señalan que la persistencia con la que se veían los ataúdes y arreglos florales circulando por las calles, indicaban la frecuencia con la que se sucedían las víctimasfatales.



La catástrofe se debió a la combinación de varios factores. Por un lado, la presencia de un frente frío con intensidad mayor a la de años anteriores, así como una actividad anticiclónica, en la cual el aire desciende al suelo desde las capas altas de la atmósfera. Por otra parte, la actividad humana, que en la mayor parte de las fábricas empleaba como fuente de energía la combustión de carbón. Las bajas temperaturas, obligaban a la población al uso intensivo de la calefacción, cuya materia prima era también el carbón. Esto produjo lo que conocemos ahora como “inversión térmica”, en la que el aire caliente queda atrapado por una capa fría en la parte superior de la atmósfera.

Se ha documentado por diversas fuentes que durante cada día de ese episodio se liberaron a la atmósfera mil toneladas de partículas de humo, 2 mil toneladas de dióxido de carbón, 140 toneladas de ácido clorhídrico y 14 toneladas de compuestos de fluorina. Adicionalmente, 370 toneladas de dióxido de sulfuro, que al combinarse con oxígeno y agua se convierten en varias toneladas de ácido sulfúrico. En otras palabras, lo que se respiraba en Londres en esos días era veneno puro.


 La tasa de mortalidad fue 80 por ciento mayor para diciembre de 1952 respecto del mismo mes del año previo; y fue también mayor 50 y 40 por ciento en enero y febrero de 1953, respectivamente. Otros efectos difíciles de cuantificar, son las secuelas en la frecuencia de enfermedades respiratorias y cardiovasculares, y de otras incluso más raras, como la intususcepción en niños, asociada a causas virales y que han sido reportadas por autoridades médicas como J. Black, responsable de admisión en el Hospital for Sick Children, de Londres, durante el suceso y en los meses siguientes. En suma, una catástrofe sanitaria.

La Gran Niebla tuvo efectos muy importantes para la ciencia, la percepción pública sobre la contaminación del aire y en las regulaciones gubernamentales. En Londres se establecieron leyes para abatir y eliminar la combustión de carbón como fuente principal de energía. Pero la lección que nos deja es muy clara: la utilización de tecnologías obsoletas es un riesgo permanente para el medio ambiente y la salud humana.


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